jueves, 30 de diciembre de 2010

Salar de Uyuni (Bolivia) - Cap. 1 Cementerio de trenes

Un lugar donde el azul del cielo y el blanco de la tierra se funden en el horizonte, un lugar donde los reflejos de las montañas flotan en el confín de la extensa llanura blanca, un lugar donde la realidad se distorsiona a medida que nos adentramos en sus entrañas. Un lugar de inigualable belleza, un lugar mágico.

Cuenta una leyenda indígena la historia de una muchacha llamada Tunupa que habitaba en el valle, preciosa como ninguna, que tenia una wáwa, un bebe de corta edad, que prometía ser tan linda como su mamá. Todos los hombres estaban enamorados de ella y las mujeres la envidiaban intensamente y no perdían ocasión de hacerla sufrir. Los hombres de la zona, empujados por los insoportables celos de las mujeres del lugar, secuestraron a la wawita y la hicieron desaparecer. Destrozada, Tunupa rompió a llorar desesperada, entre gritos desgarradores. Las saladas lágrimas resbalaban imparables atravesando las mejillas, precipitándose desde la barbilla por el cuello, hasta llegar al pecho, donde se unieron a la leche que brotaba de los senos de la inconsolable madre, creando un descomunal río de leche y sal que ahogó todas los campos del lugar, convirtiendo excelentes tierras de cultivo en un desértico páramo de sal.


Tras una rápida visita al Cerro Rico, en la ciudad de Potosí, salimos en flota (autobús) en torno a las 19:30 con dirección al pueblo de Uyuni. Una carretera de 230 Km de la que únicamente la mitad está asfaltada. La segunda mitad de la carretera es de tierra y habitualmente se forman dunas que convierten el trayecto en una aventura a bordo de la flota. Llegamos a Uyuni a las 2:00 de la mañana, no hay estación de autobús, paran en la calle. El frío es intenso a 3.665 msnm.

A la mañana siguiente nos apresuramos a reservar uno de los 4x4 que te llevan al interior sel salar, hasta la isla del pescado. Avanzamos hacia el exterior de Uyuni hasta el cementerio de trenes.

Nos aguardan los restos de viejos trenes que, allá por el año 1899, circulaban con sus vagonetas cargadas de plata procedente de las minas Huanchaca. Vestigios del desarrollo de un lugar que antaño vivió pendiente del silbido que anunciaba la llegada de estas máquinas.

El cementerio de trenes es un lugar de impresionante belleza visual en el altiplano de Bolivia por encima de los 3.500 metros. Paisaje desolador, árido donde el constante viento arrastra incansable la arena del lugar. Entre hierros oxidados se abre una puerta al pasado, una época de floreciente desarrollo de la industria minera.

Las vías del tren avanzan ajenas al paso del tiempo hasta perderse allá donde alcanza la vista, en el horizonte de este páramo abrasado por un sol sin piedad.

Volvemos al 4x4 y poco a poco nos vamos alejando, dejando atrás el cementerio de trenes. Avanzamos por la maltrecha carretera cubierta por la arena. En ocasiones, debido a su mal estado, la abandonamos para continuar avanzando sobre la arena. Poco a poco el color marrón de la arena se va mezclando con el blanco de la sal, estamos en el borde del salar de Uyuni. Un rebaño de llamas y vicuñas observa atentamente nuestro paso.

Ante nuestros ojos comienza a desplegarse toda la belleza de una de las zonas más espectaculares del planeta, un desierto de sal de 12.000km cuadrados. situado en pleno altiplano andino a 3.663m sobre el nivel del mar.

Continuamos avanzando hasta llegar al pueblo de Colchani